La eficiencia energética en la edificación: asignatura pendiente

 en Responsabilidad Social Empresarial

A pesar de contar en nuestro país con un ministerio de transición ecológica hay una gran asignatura pendiente relacionada con la energía y las ciudades. Nos referimos a la eficiencia energética en la edificación. Tengamos en cuenta que los edificios son los responsables del 40% del consumo energético de la Unión Europea y del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero, generadas principalmente durante su construcción, utilización, renovación y demolición. Por eso es fundamental que los edificios sean energéticamente eficientes.

En España, según un reciente informe el patrimonio de edificaciones en nuestro país asciende a 35.470.051 edificios, de los cuales el 67% son viviendas de más de 40 años de antigüedad. A ello hay que sumarle que cuatro de cada cinco edificios en España son energéticamente ineficientes. Para empezar, convendría definir qué entendemos por eficiencia energética en la edificación.

Hablaríamos así de edificios energéticamente eficientes como aquellos que minimizan el uso de las energías convencionales, haciendo un uso racional de la energía final requerida. Es decir, aquellos edificios y/o edificaciones donde se da una utilización racional de energía para abastecer las necesidades energéticas de climatización del inmueble. En la eficiencia energética de los edificios y viviendas intervienen muchos factores, todos ellos relacionados con la energía y el confort que tenemos en ellas, como pueden ser la calefacción, el agua caliente sanitaria, ventilación, iluminación, etc. De este modo podría hablarse de mejora de la eficiencia energética al enfocar la estrategia al optimizar los procesos de producción, el consumo de energía, el uso de fuentes de energía renovables, etc.

Para lograr estos objetivos, se suelen usar dos tipos de estrategias de diseño: las de diseño pasivo y las de diseño activo. Al referirnos a mejora hemos de tener en cuenta la situación de eficiencia energética en la edificación de base. O, dicho de otro modo, medir previamente la eficiencia energética de un edificio antes de establecer un plan de mejoras. Para ello se calcula la energía que se consume durante un año en condiciones normales de uso y ocupación. Por ejemplo, a través de una serie de indicadores como: emisiones anuales de CO2 o el consumo anual de energía primaria no renovable que registra esa vivienda. En bases al resultado, la calificación energética de esa vivienda, vendrá determinado por una letra de la A a la G en el certificado de eficiencia energética correspondiente.

A partir de aquí, surge la necesidad de una transformación de nuestras ciudades hacia un modelo más sostenible en nuestros edificios impulsado, sin duda, por una concienciación medioambiental creciente de nuestra sociedad.

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